LA MADRE AUSENTE
- Romina Clemente
- 25 abr 2017
- 3 Min. de lectura
El síndrome de la madre ausente consiste en percibir a nuestra madre como negativa, fría, distante e inaccesible.
Muchos de nuestros conflictos o dificultades tienen que ver con como es la relación con nuestra madre.
La madre a nivel psicológico representa lo femenino, el sustento, la nutrición y el amor incondicional.
Aunque todos tenemos un concepto de como es una madre ideal, lo cierto es que existen distintos tipos de madres, algunas mas cálidas y otras mas frías y distantes que pueden distar mucho del modelo amoroso ideal.
Si percibimos a nuestra madre como fría o inaccesible, en definitiva, si no tenemos un concepto positivo nos fallará un pilar fundamental en nuestra vida, en el sentido de que nos faltará un modelo o referente correcto o adecuado para aprender a manifestar el amor incondicional hacia nosotros mismos, y cuando falla este pilar todo lo demás se tambalea.
En definitiva, nuestra relación con la madre está estrechamente vinculada al amor que nos procesamos a nosotros mismos.
Algunos conflictos derivados de la relación con nuestra madre son:
Problemas con la alimentación
Incapacidad para disfrutar de los pequeños placeres
Conductas arriesgadas, poco saludables y falta de cuidado
Falta de autoestima y autorrechazo
Falta de automotivación
Dependencia afectiva
Problemas relacionados con la sexualidad
Activando tu madre amorosa
El pasado no se puede cambiar pero si se puede ordenar y reetructurar.
Cuando el pasado se alumbra y se ordena, el pasado cambia y tu presente también.
De adultos e independientemente de la edad que tengamos seguimos arrastrando un concepto infantil de lo que nuestra madre física significa para nosotros. Y es precisamente de adultos cuando tenemos la responsabilidad de cambiar este concepto con el fin de amarnos y respetarnos independientemente de cuales hayan sido nuestras vivencias con nuestros progenitores, en este caso con la madre.
Las madres en su papel lo hacen lo mejor que saben o pueden, en este sentido ninguna es perfecta y además ellas arrastran sus propios condicionamientos provenientes de generaciones anteriores; por este motivo, si quisiéramos ir hasta la raíz nunca llegaríamos, por eso el cambio de enfoque reside en ti.
La parte está en todo y todo está en la parte.
Cuando tú sanas conductas y empiezas a amarte, estás sanando el todo porque dejas de arrastrar las malas hierbas provenientes de generaciones anteriores.
Reconciliarte con tu madre es reconciliarte con lo femenino en ti y eso significa buscar tu sustento material y sobre todo amoroso y afectivo. En la medida en que te reconcilias con los aspectos relacionados con la mama interna, sanas la madre en ti y por supuesto mejoras la relación con tu madre física.
Trabajar con tu madre interna es acceder al inmenso manantial de amor y respeto por ti mismo.
Por ello, hoy quiero invitarte a sanar el vínculo con tu madre, a curar la herida que te separa de ella y de tu Madre interior, a sanar tus lazos con lo femenino materno. Una vez más las palabras pueden cumplir su misión transformadora:
Piensa en tu madre. Conéctate con ella. Vuelve a nacer de su útero. Déjate mecer por su tibieza. Siéntela mujer-hermana-compañera. Ve su mirada de niña asustada, su rebelión frustrada, su postergación, su sometimiento a una vida dibujada por otros. Percibe sus deseos acallados, su llanto escondido, su silencio. Escúchala, entiéndela, recupera su ternura, intégrala a ti misma. Puedes nombrarla, abrazarla y comprenderla dentro de ti. Y entonces escribe. Escribe cinco palabras (o más) que la nombren y curen esa vieja herida.
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